PROYECTO NACIONAL. CAMBIO CULTURAL. DESCOLONIZACION.
Si hacemos un poco de memoria, sano hábito que hemos construido, cuando la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual era enviada por
Hoy podemos decir que esa batalla está ganada.
Es evidente el cambio que se produjo en la sociedad en su conjunto, con la sanción y puesta en funcionamiento de la mencionada Ley.
¿En qué podemos notar ese cambio?
Pues, en que se han caído varias máscaras que ocultaban las verdaderas intenciones o intereses que defendían ciertos dirigentes, medios de difusión, periodistas y corporaciones.
En la cantidad de nuevas voces que han surgido para expresar sus pareceres, sus ideas, sus pensamientos.
En la desintegración de ciertos mitos arraigados por décadas de sometimiento, que se pueden sintetizar en el concepto: “NO SE PUEDE”.
Idea fuerza que nos han inoculado desde que recuperamos la democracia, no se puede juzgar a los genocidas, no se puede prescindir del FMI, no se puede sostener una política independiente del gran país del norte, no se puede confrontar con el monopolio mediático. Y otros tantos que cada quien sumará a la lista.
Aunque aún falta mucho por hacer, camino a la liberación nacional. En cuanto a la recuperación de derechos, a seguir avanzando en la justicia social, a lograr bajar el desempleo, lograr una justicia sin los personeros del genocidio que aún perviven en sus pliegues. Lo fundamental, es que vamos hacia esa meta.
En el camino, se irán cayendo otras máscaras.
Más allá de la batalla cultural, antes mencionada, y utilizando la frase de Cristina Fernández, en el sentido que iniciamos la etapa de la “sintonía fina” con este nuevo mandato que acaba de comenzar, luego del contundente triunfo del 23/10.
La tarea que tenemos por delante, es, si se quiere más ardua, trabajosa y que tiene sutiles engarces con vivencias individuales, que en muchos casos se remontan décadas atrás, y otras que tienen raíces profundas en los inicios de nuestra historia como Nación. Tiene que ver con la descolonización cultural, mental e incluso, si se quiere, emocional.
Recordemos el argumento de un diputado, cuando se debatía la ley de Medios de la Democracia, que hizo referencia a que el se crió disfrutando al pato Donald, y que ahora se lo iban a prohibir (¿)
Aunque suene infantil como argumento político, habla de una impronta cultural, construida por años de ver en nuestras pantallas de TV, casi de manera excluyente productos importados de EE.UU.
Los que orillamos los sesenta años, crecimos viendo en las pantallas vernáculas: “El Cisco Kid”, “El Llanero Solitario”, “Combate”, “Roy Rogers”, “Annie Oakley”, “El mundo de fantasía” de Walt Disney, “Los tres chiflados”, “Bat Masterson”, “Ivanhoe”, “Las aventuras de Ellery Queen”, “El Zorro”, “Papá lo sabe todo”, “Lassie”, “Rin tin tin”, “Cuero crudo”, “El Marshall Dillon”, “Bonanza”, “Caravana”.
Estoy seguro que si exprimo mi memoria, recordaré otras. Aclaro que eran las series que poblaron mi infancia durante la primaria. Primeros años de la década sesenta.
Curiosamente, desde esa misma memoria, sólo puedo recordar como programas para pibes de mi edad de entonces al entrañable “Capitán Piluso y Coquito”.
Estaban también: “La feria de la alegría”, “La familia Falcón”, “El amor tiene cara de mujer”, “El club del Clan”, “Casino”, “El show de Dringue”, “Odol pregunta”, y seguro que se me escapan algunos programas nacionales.
Ahora, como ejercicio, contemos los programas extranjeros que surgen del recuerdo y los nacionales.
Toda una definición de qué contenidos acompañaba nuestra infancia.
Todo parecido con colonización cultural, no es mera coincidencia.
Creo que se puede hacer el mismo ejercicio con cada una de las décadas, para tener una real dimensión de la penetración cultural de la que hemos sido objeto, a lo largo del tiempo.
Será trabajo para los especialistas en ciencias de la comunicación, extraer conclusiones.
Mi humilde tarea, si se quiere, es que veamos el trazo grueso de las raíces en donde se arraigan muchas de nuestras concepciones, miradas, construcción de ideas, conceptos, subjetividades.
Por eso, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, tiene tanta resistencia en los medios constructores de sentido y en sus amanuenses colonizados.
Por esto mismo es tan importante, la cantidad de ficciones que hemos empezado a ver en nuestras pantallas de TV, y las muy buenas películas apoyadas por el INCAA.
Allí, es donde se ve la necesaria mano del Estado (que somos todos y no es “el gobierno”) para articular, equilibrar, dimensionar, y tener la mirada estratégica, para diagramar los pasos a seguir y los tiempos en que se deben dar.
Los dos proyectos de país, están a la vista de quienes quieran verlo.
El gobierno nacional, ampliando derechos, abriendo fuentes de trabajo, defendiendo el empleo digno, y asumiendo su pertenencia junto a los trabajadores y a los que menos tienen.
El otro proyecto, es el que implementa en
Asumiendo plenamente su opción por los ricos.
Daniel Mojica
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