Luego del largo y
trabajoso camino en estos treinta años de democracia ininterrumpida, que
condujo al reciente fallo de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación , culmina una etapa. Pero se abre otra en
la continua batalla cultural por la descolonización y liberación nacional. Tal
vez más intensa.
En estos treinta
años de democracia que estamos celebrando, desde que la recuperamos, los
primeros veinte han sido de una democracia condicionada. Condicionada y
extorsionada por los genocidas civiles y militares. Luego, sin solución de
continuidad, condicionada y extorsionada por los socios y cómplices mediáticos.
Quienes ocultaron de manera sistemática, las torturas, robo de bebés y
asesinato de las madres parturientas.
Esos medios, que
gracias a ser funcionales a las necesidades de los criminales genocidas en el
encubrimiento de los delitos de lesa humanidad cometidos, se quedaron con Papel
Prensa. Como moneda de pago a tan sangriento pacto de silencio.
Comenzaron así, a
construir una versión cultural acorde al objetivo de ocultar, suavizar,
tergiversar, manipular y mentir sobre el genocidio cometido. El pasado reciente
que aún persisten en negar.
De esa manera,
estos medios trabajaron y trabajan en el sostenimiento de la teoría de los dos
demonios, la estigmatización de la juventud, de la política y de la militancia
en proyectos populares.
Además de sembrar
en las conciencias la semilla del olvido y la “reconciliación”.
Estos son los
intereses políticos. Pero además, estos medios, como miembros del sistema de
poder corporativo, también tienen intereses económicos y financieros.
Basta con repasar,
en los primeros veinte años de la democracia recuperada, los discursos de los
economistas, analistas y periodistas especializados que nos hablaban casi en
estado de éxtasis de “la teoría del derrame”. Antes, durante y después de la
profundización del endeudamiento externo.
Poco a poco, estos
grupos mediáticos fueron socavando, esmerilando y deslegitimando al primer
gobierno de la recuperación democrática. Hasta provocar su salida antes de
cumplir su mandato constitucional. Allí comienza el pacto de mutuos beneficios
con quien sucedería a ese primer gobierno.
Llegamos a la
década del 90. Donde uno de esos grupos mediáticos comienza a transitar los
primeros pasos que lo conducirían a transformarse en el más poderoso y
diversificado grupo mediático y financiero.
Luego de conseguir
todo lo que se propusieron durante la década del 90. Hacen lo propio con el
siguiente gobierno constitucional, que no tuvo la misma astucia política, ni el
carisma de quien lo precedió al mando del Poder Ejecutivo.
Ese gobierno nació
de una rara mezcla de dirigentes de derecha con cierta izquierda confundida,
que aceptó en su gabinete a un personaje alumbrado en la genocida dictadura.
Responsable del crecimiento de la deuda externa, luego en los 90 adalid de la
privatización salvaje del patrimonio nacional, y que luego del espejismo de la
convertibilidad, mandó a lavar los platos a nuestros científicos. Para recalar
triunfalmente como salvador durante el gobierno que tuvo el nefasto mérito de
dictar el estado de sitio, para irse en helicóptero, antes de cumplir su
mandato y luego de reprimir y matar a decenas de manifestantes.
Lo que vino
después, el desfile de efímeros presidentes provisionales, también le sirvió al
multimedio del gran diario argentino, para conseguir que no lo remataran por
sus deudas. Una demostración más de que “a río revuelto ganancia de
pescadores”. Sobre todo cuando son los pescadores mismos los que revuelven el
río.
Así llegamos a las
nuevas elecciones presidenciales.
Desde el 25 de
mayo del 2003 la realidad cambió sustancialmente. Porque la democracia dejó de
estar condicionada. Aunque las extorsiones siguieron, el gobierno elegido hizo
valer su palabra y demostró que no dejó “…sus convicciones en la puerta de
entrada de la casa de gobierno…”
La toma de
decisiones volvió a su lugar natural: la casa de gobierno.
El ya constituido
como grupo mediático monopólico, ejerció su poder dominante con prácticas
mafiosas. Luego de un corto período sin grandes enfrentamientos con el nuevo
gobierno democrático. Llega un momento crucial en la batalla cultural, que tal
vez se mantenía como solapada. En el año 2008 se produce la recordada votación
por la resolución 125. A
partir de entonces se produce un sinceramiento de las reglas de juego. Aparecen
de manera más clara a los ojos de la sociedad toda, los dos proyectos de país.
El país para pocos que tiene como estandarte “la libertad de prensa”, el
“periodismo independiente”, “olvidar el pasado” y “el campo es la Argentina ”. Enfrentado
al país para los 40 millones de argentinos, el país de la inclusión social, de
la recuperación y ampliación de derechos, de la reindustrialización y
recuperación del patrimonio nacional.
Es el momento en
el que caen la mayoría de las máscaras que tapaban el verdadero rostro de
quienes fueron socios y beneficiarios del genocidio, donde la hipocresía ya
está a la vista de los que quieran verla. Por eso el discurso que se quiere
imponer es “olvidar el pasado”. Porque sigue siendo presente hasta que aparezca
el último nieto apropiado.
Una nueva etapa de
esa batalla cultural, es la promulgación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
Hecho que produce un nuevo alineamiento en la sociedad. Las grandes mayorías
toman partido por la pluralidad de voces.
Es tal el
enfrentamiento del grupo mediático monopólico, que sus contactos judiciales
logran frenar durante 4 años la plena vigencia, de la ley más transparente y
más debatida. Sancionada con amplia mayoría en ambas cámaras, votada no sólo
por el oficialismo.
Hizo falta que la Suprema Corte de Justicia de la Nación , en un fallo
contundente y esclarecedor, luego de unas audiencia públicas donde quedó en
evidencia la falta de argumentos jurídicos y de sentido común del monopolio
mediático, dictara la constitucionalidad de la norma y por tanto la plena
vigencia de la misma, para acabar con la disputa judicial. Ya es cosa juzgada.
Ahora comienza
otra etapa de esta batalla cultural. Donde el gobierno nacional y las fuerzas
del campo popular deben estar alertas a las maniobras de claro tinte golpista
que comienza a pergeñar el grupo Clarín. Quien sin tener una plataforma
partidaria, ha empezado a jugar como partido político, al que adhieren
dirigentes de las diversas fuerzas de la oposición.
Pero como alertara
en su magnífica fundamentación de su voto el Juez de la Suprema Corte Eugenio
Zaffaroni, el monopolio de la información, la construcción de una cultura
hegemónica pone en serio riesgo a la democracia.
A nosotros como
pueblo nos toca defenderla.
Daniel Mojica
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