¿QUE DEMOCRACIA
QUEREMOS?
Los argentinos
estamos ante una disyuntiva que va a determinar el futuro de nuestras vidas y
la de nuestra descendencia.
Si hacemos un poco
de historia, revisando tan sólo el devenir del siglo XX podemos concluir que
hemos tenido muchos años de gobiernos producto de golpes militares. El último
de ellos, el de la dictadura genocida cívica, militar y mediática ha dejado una
profunda huella en la sociedad.
Tan profunda que
desde que recuperamos la democracia en 1983 los argentinos hemos vivido en una
democracia condicionada.
Condicionada por
el terrorismo de estado, que cumplió con el objetivo planteado por los
ideólogos civiles de “disciplinar” al conjunto de los argentinos.
Esa “disciplina”
era necesaria para imponer el plan económico que trajo hambre y miseria al
conjunto del pueblo argentino, mientras las minorías de siempre veían engrosar
sus ganancias y prevalecer sus privilegios.
Todo ese “proceso”
también necesitó que los medios periodísticos y audiovisuales sostuvieran desde
el ocultamiento y la mentira, el plan de exterminio en el que se apoyaba
semejante plan.
Sólo un grupo de
mujeres tuvo la valentía y la entereza de enfrentar pacífica y tozudamente tan
nefasto proceso.
Convengamos que
hubo algunos dirigentes y organizaciones sociales que acompañaron esa gesta de
las Madres, Abuelas y familiares de nuestros 30 mil hermanos.
Esa democracia
condicionada, nos convenció al conjunto de los argentinos que había algunas
cosas que no se podían hacer.
Por ejemplo:
Negociar de igual a igual con los organismos internacionales,
Tener relaciones
internacionales sin sometimientos con todas las naciones,
Cuestionar a los
poderes establecidos (que algunos ingenuos creen que es el gobierno), poner
límites a las corporaciones, modificar el espíritu de la Corte Suprema de Justicia,
implementar un modelo económico sin la injerencia del FMI, tomar la decisión de
no reprimir las protestas sociales. Entre tantas otras cosas.
Lo importante es
que nos habían hecho internalizar la idea de “no se puede”.
La democracia que
recuperamos, devino impotente para solucionar los problemas de los sectores
populares.
La sucesión de
gobiernos democráticos que no representaban al pueblo que los votó, sino a
intereses ajenos a la mayoría de la sociedad, explotó en una crisis de
representatividad en el 2001.
Esa misma crisis
de representatividad es la que se vislumbra ante las recientes debacles
económicas que padece el mundo. Pero esto será motivo de otra nota.
Luego del
estallido del 2001 y del grotesco desfile de “presidentes” que tuvimos que
soportar, llegamos a las elecciones presidenciales, en las que un casi
desconocido dirigente peronista asume con menos porcentaje de votos que los
índices de desocupación.
Este mismo
Presidente, en su discurso de asunción, dio las primeras señales del rumbo que
tomaría. Para quienes quisimos entenderlo.
Se reconoció como
parte de la generación asesinada por los genocidas, dijo también sentirse hijo
de las Madres de Plaza de Mayo.
Y aclaró “no vine
a dejar mis convicciones en la casa de gobierno”.
Ese fue el punto
de partida para un gobierno que ubicó al estado en el lugar que le fuera
arrebatado en 1955, y hasta entonces nunca había recuperado.
Desde ese momento
se fueron sucediendo toda una serie de medidas que no es necesario enumerar,
para recordarlas. Pero nos demostró a todos los argentinos que “se puede”.
Luego, con la
asunción de Cristina Fernández de Kirchner, el proyecto nacional y popular
iniciado por Néstor Kirchner se fue profundizando con la implementación de
numerosas leyes que sumaron inclusión y derechos a sectores que no los tenían.
También hubo
resistencia de los sectores que veían recortados sus privilegios. No es el
objetivo de esta columna adentrarse en todos los pormenores que enfrentó el
actual gobierno desde su asunción en el primer período constitucional.
Enfrentamiento agravado exponencialmente desde su segundo mandato.
Los ataques son
más virulentos desde la sanción de la
Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
Ataques
motorizados de manera especial por la corporación mediática que encabeza el
grupo empresario Clarín.
Este grupo, que
supo ser socio y beneficiario de la dictadura genocida que protegió desde sus
canales de difusión mediática, es quien ha condicionado la democracia argentina
desde que la recuperamos. Hasta el 25 de Mayo de 2003.
Gracias a las
influencias de este grupo, consolidadas desde aquel contexto de genocidio, en
connivencia con numerosos jueces que fueron nombrados por los terroristas de
estado y que aún perviven en los pliegues del Poder Judicial.
Jueces que juraron
por las actas del proceso genocida y que aún están en funciones.
El día 7 de
Diciembre, es el día fijado por la Corte
Suprema de Justicia, para que se termine con las cautelares
otorgadas por esos jueces antes mencionados.
El día 7 de
Diciembre, los argentinos vamos a asistir a un hecho que va a significar un
nuevo punto de partida para esta democracia que sostenemos.
Sabemos que el
Cártel Clarín, no va a resignar sus privilegios, livianamente. No sólo sus
privilegios están en juego. Está en juego la autoridad de la Corte Suprema de la Nación.
También estará en
juego el tipo de democracia en la queremos vivir los argentinos.
Si queremos volver
atrás, a una democracia condicionada e impotente, o si de una vez por todas,
queremos una democracia que es respetada, valorada y tomada como ejemplo, por
muchas de las medidas que hemos tomado.
Una democracia de
un país que puede ser cada día mejor, para los 40 millones de argentinos.
Daniel Mojica
Columnista
de Radio Gráfica
Prensa
CC La hora de los pueblos
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