EL 25 DE MAYO Y LA TERCERA INDEPENDENCIA
El 25 de Mayo de 1810 poco más de dos
centenares de vecinos de Buenos Aires decidieron la destitución del Virrey del
Río de la Plata, don Baltasar Hidalgo de Cisneros, y su reemplazo por una Junta
presidida por Cornelio Saavedra.
Esa Primera Junta mostraba desde un principio
las dudas, las contradicciones, los temas a resolver que estaban pendientes :
la integraban americanos y españoles, laicos y eclesiásticos, civiles y
militares, comerciantes y profesionales, conservadores y revolucionarios, gente
que quería la independencia y otra que no sabía lo que quería…
La Junta, como todas las que se organizaron en
otras ciudades de América Latina por esas semanas, juró en nombre del rey
español Fernando VII quien, como se hallaba preso en Francia, no podía ejercer
su gobierno.
Daba comienzo en el Río de la Plata el proceso
de independencia, que no estaría exento de contradicciones, pero que siempre
asumió un carácter fuertemente latinoamericano, un poco como pasó en todos
lados.
Hombres nacidos en los más diversos
lugares de la Patria Grande van a aparecer en puestos de alta responsabilidad
en otras latitudes ; y a muy pocos les parecerán “extranjeros”.
Cornelio Saavedra, el presidente de nuestra
Primera Junta, había nacido en Potosí (hoy, Bolivia) ; Ignacio Álvarez Thomas,
Director Supremo del Río de la Plata en 1816, era oriundo de Arequipa, Perú ;
varios firmantes del acta de declaración de independencia argentina el 9 de
julio de 1816 eran diputados altoperuanos, incluyendo a José Mariano
Serrano, que algunos años después fue Presidente de Bolivia ; el federal
argentino Manuel Dorrego tuvo un papel destacado en 1810 en los primeros pasos
de la independencia chilena, y luego, en la década siguiente, intentó organizar
un ejército republicano argentino-colombiano que terminase con la monarquía y
la esclavitud en Brasil ; San Martín, argentino educado en España, cruzó los
Andes con un ejército integrado por argentinos y chilenos, liberó a Chile, y
luego fue el primer gobernante del Perú independiente ; Bernardo Monteagudo,
otro argentino, fue una figura clave junto a San Martín en Perú, y luego
junto a Bolívar en la Gran Colombia ; el venezolano Bolívar fue una figura
central en la independencia de su país, y de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia
; el también venezolano Sucre aseguró la independencia de Bolivia y de toda
América del Sur al frente de un ejército integrado por venezolanos,
colombianos, ecuatorianos, argentinos, peruanos y chilenos ; y podríamos seguir
con muchos más ejemplos …
La independencia latinoamericana fue un
proceso continental, una gesta que nos unió. Pero pronto comenzaron las
divisiones, de las que Argentina fue un ejemplo extremo. Ya desde 1813
combatían en Santa Fe las tropas de Buenos Aires con los federales del Litoral,
que reconocían el liderazgo del oriental José Gervasio de Artigas.
Las discusiones se prolongarán por décadas, y
llenarán de sangre al país : ¿Monarquía o República? ; ¿Centralismo o
Federalismo? ; ¿Voto popular o régimen aristocrático? ; ¿Independencia absoluta
o pacto neocolonial con la potencia hegemónica del siglo XIX (Inglaterra)?.
En estas discusiones, independencia e
integración iban siempre de la mano. ¿Quiénes se independizaban? … ¿Esos
doscientos vecinos que echaron a Cisneros, o toda la población del Virreinato,
incluyendo a gauchos, orilleros y americanos originarios? ; ¿Con quien nos
integraríamos? … ¿Con los hermanos de la Patria Grande o con la potencia
imperial de turno?...
En Argentina los casi setenta años de luchas
para definir estas cuestiones se tiñeron de rojo : “no ahorre sangre de gaucho,
que es lo único que tienen de hombres” diría Domingo Faustino Sarmiento, el
“Padre del Aula” y jefe de la represión mitrista en el Noroeste argentino y en
Cuyo. Y la luchas fueron así : no se ahorró sangre…
El triunfo de una de las facciones políticas
argentinas se lograría tras atravesar guerras genocidas contra gauchos,
contra americanos originarios, y contra la hermana nación paraguaya, casi
exterminada por argentinos, brasileños y uruguayos en una guerra
injustificable.
En 1880 se consolidó un estado argentino
construido de cara a Europa, y dando la espalda a América Latina y a las
propias tradiciones criollas de la inmensa mayoría de la población del país.
Surgió así un Estado oligárquico basado en el fraude y la corrupción, y con una
economía agroexportadora integrada al Imperio Británico y a la división
internacional del trabajo.
Esta fue la Argentina que mostró sus brillos
en el Centenario, la séptima potencia del mundo al decir de algunos, la
Argentina que recibió con orgullo la visita de la infanta española.
Pero en realidad esta Argentina era una
cáscara vacía, una escenografía construida apresuradamente y a punto de
derrumbarse.
En 1910 la situación política era explosiva :
la UCR cuestionaba mannu militari al Régimen Oligárquico, y estaba en marcha el
proceso que conduciría a la aprobación de la Ley Sáenz Peña de 1912, que
estableció un sistema electoral más democrático.
A nivel social, la conflictividad de los obreros,
de ideologías anarquista o socialista, era muy alta y obligó a celebrar el
Centenario con Ley de Residencia y Estado de Sitio.
A nivel económico, el modelo agroexportador ya
había pasado su cúspide y estaba empezando su largo descenso, en la medida en
que Inglaterra ya no era la dueña del mundo debido a la emergencia económica de
Alemania y, sobre todo, de los Estados Unidos de América.
La sociedad argentina ya en 1910 tendría que
haberse planteado una alternativa al modelo agroexportador. Porque si seguíamos
atados a un barco que se hundía lentamente (Inglaterra ) no teníamos salida.
Sobre todo porque tampoco podíamos reorientar nuestras exportaciones hacia el
nuevo sol mundial, ya que la agricultura norteamericana produce los mismos
bienes que la nuestra. Para los Estados Unidos siempre fuimos un molesto rival
económico (y un intratable adversario diplomático) ; nunca un socio. Éramos un
país que producía los mismos bienes agropecuarios que ellos pero a mejor
precio.
La Primera Guerra Mundial y la crisis del ’29
hundieron aún más a Inglaterra. Y aquí, en lugar de iniciar un nuevo camino, se
mantuvo vivo artificial y obstinadamente un vínculo neocolonial
moribundo. El Pacto Roca-Runciman fue como conectar a un enfermo en coma
profundo a un montón de aparatos para mantener sus signos vitales.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, en
1945, Inglaterra quedó en un estado lastimoso : su economía era un desastre,
tenía deudas impagables y su moneda dejó de tener valor internacional.
Es entonces cuando aparece en Argentina el
peronismo. Y es esta fuerza política la que asume la tarea de romper el vínculo
neocolonial que nos unía a Inglaterra, al nacionalizar las empresas británicas
en la Argentina a cambio de una deuda incobrable ; al negarse a cambiar este dominio
por el de los Estados Unidos (Perón se negó a entrar al FMI, principal llave
del nuevo mecanismo de dominación imperial).
El peronismo emprende entonces el segundo
proceso de independencia que, como el primero, busca también una mayor
integración : por un lado hacia los sectores nacionales que el modelo anterior
había dejado afuera (trabajadores, mujeres, y toda la gente de cultura
latinoamericana que habitaba fuera de las grandes ciudades más europeizadas), y
por el otro hacia los compatriotas de la Patria Grande (proyecto de integración
con Brasil y Chile –ABC-, tercera posición).
También aparece en este primer peronismo la
inquietud de romper el esquema agroexportador e iniciar un camino
industrializador. Con esto se relaciona el desvío de recursos agrarios para
otros fines, la nacionalización del comercio exterior, y el rol claramente
keynesiano del Estado.
El golpe de 1955 interrumpe este proceso, y
comienza una puja como la vivida en el siglo XIX, entre dos modelos, dos ideas,
dos concepciones de país que se enfrentan nuevamente a lo largo de décadas. Y
en esos enfrentamientos se atraviesan golpes, proscripciones, resistencias,
cordobazos, luchas armadas, terrorismos de estado, hiperinflaciones y ajustes.
En medio de tantas luchas, llegamos a un nuevo
siglo, y la historia parece repetirse. Toda América Latina está en ebullición,
y procura romper las cadenas. Se rechazan instrumentos de dominación, como el
ALCA ; se rompen vínculos con organismos de crédito internacionales (como el
FMI) ; se interviene para evitar guerras y golpes de estado en países de la
región ; se procura una mayor integración (Mercosur, Unasur, CELAC).
Una vez más se busca la independencia política
; una vez más se lo hace con todos los países tomados de las manos, apoyándose,
colaborando ; otra vez se busca una mayor integración social interna, que
permita construir una sociedad para todos … y todas ; otra vez se busca salir
de modelos económicos desindustrializadores, primarizantes, que nos hunden en
el atraso.
El primer proceso de independencia americano
fue abortado, y los países hispanos fueron sometidos al control neocolonial
inglés o norteamericano.
El segundo intento de independencia, más
disperso, más inorgánico, fue interrumpido con brusquedad a fuerza de golpes de
estado y represiones. Hasta que finalmente “la casa quedó en orden”, y América
Latina volvió a ser el eterno “Patio Trasero” del Imperio.
En este siglo XXI hace una década que
protagonizamos el tercer capítulo de esta historia. La experiencia avanza y
cada vez más países se suman. Algo está cambiando en todo el continente.
Aparecen los fantasmas de viejos héroes : Simón Bolívar, Augusto Sandino, Eva
Perón, José de San Martín, Salvador Allende, Francisco Solano López, Juana
Azurduy, Emiliano Zapata, Mariano Moreno, Juan Perón, Bernardo Monteagudo,
Francisco Miranda, Ernesto Guevara, José Martí, Tupac Amaru, Joao Goulart,
Manuel Dorrego, Jacobo Arbenz, Néstor Kirchner y tantos otros que pasan, nos
miran, y sonríen …
Por eso hoy, 25 de mayo de 2012, a doscientos
dos años del primer intento de independencia argentina -eslabón del
primer intento de independencia latinoamericana-, confiamos y esperamos
sinceramente que la tercera sea la vencida.
Adrián Corbella
Mayo de 2012
adriancorbella.blogspot.com
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