COMO HACER POLITICA DESDE EL HUMOR.
LA OPOSICIÓN HUMORISTICA DE LA CORPORACION MEDIATICA
Escuché hace unos días en un programa de TV en el que hablaban acerca del humor político, que casi por definición “el humor político es opositor”. Yo le agregaría que “en democracia el humor es opositor” porque son contados los que se animan a hacer “humor político opositor” durante las dictaduras. En especial durante la dictadura genocida que nos asoló desde marzo del 76.
El día lunes 11 de mayo pasado dio comienzo en las pantallas de canal 13 del grupo clarín, en el ciclo que conduce Marcelo Tinelli, el programa “El gran cuñado”. El mismo empresario que conduce el programa días antes del lanzamiento había dicho que “se haría sin ninguna intencionalidad”. Yo asumo que quiso decir sin ninguna intencionalidad política. Pero de cualquiera de las dos maneras, esa definición contiene una gran contradicción, pues nadie hace nada “sin intencionalidad”, además todos los actos humanos son políticos y culturales.
O sea que ya en la declaración primigenia se dice parte de la verdad, se oculta parte de la verdad, o se miente que es lo mismo.
Los programas de humor han cambiado a lo largo del tiempo y en general sus contenidos tienen que ver con el contexto socio político de la época.
A comienzos de la década del 80 y luego de que recuperamos la democracia de la mano de las Madres y las luchas sociales, se produjo lo que se llamó “destape” en la TV y en las tapas de algunas revistas. Empezaron a aparecer tetas y culos, que ya nunca se fueron ni de la TV ni de las revistas. Una catarsis por tantos años de represión y pacatería cultural, seguramente.
Lo que no sucedió con el debate político e ideológico, no hubo una necesidad social tan generalizada de “destapar” ese oscurantismo en el que también nos sumió la dictadura genocida, mediante el terror generalizado. Este será tema de otro debate.
Volvamos al humor.
Los años noventa no sólo trajeron la enajenación del patrimonio nacional, la generalizada corrupción, y la exacerbación de los “número uno”, los “Winners”. Se impuso una cultura que no hemos podido erradicar todavía. Montado sobre esa cultura farandulezca de ricos y famosos empieza a emerger el ex relator deportivo, devenido exitoso empresario televisivo y conductor mediático. Sus primeros “éxitos” (medidos en el contexto de esa cultura) fueron las pesadas bromas a terceros, a veces pergeñada por personas cercanas a “la víctima”. La propuesta era reírse de la desgracia ajena, en este caso provocada ex profeso. Toda una propuesta cultural. Que por desgracia prendió, si nos atenemos a los crecientes números de televidentes que se miden por esos mecanismos idóneos que algunos critican.
Con el paso del tiempo, el empresario conductor comenzó a liderar las mediciones en los horarios en que su programa es emitido, sin importar en qué señal aparece. Tampoco importa el contenido. El objetivo es “entretener”. Pareciera ser que en “la cultura televisiva” el tener audiencia masiva da cierto poder. Social, político y cultural. Porque las empresas que comercializan sus productos en los horarios y programas de más audiencia, son las que ponen la plata. También en muchos casos deciden los contenidos y los protagonistas.
Más arriba hable de la “no intencionalidad” declarada de “El gran cuñado” y de sus insitas contradicciones.
Dicen que para ver de donde renguea un cojo hay que dejarlo andar. Así que habrá que ver como se desarrolla dicho programa para profundizar el análisis.
Con lo visto hasta ahora digo que las caracterizaciones en general están muy bien logradas, así como las imitaciones.
¿En dónde se nota la “no intencionalidad” política?
En el hecho que a no todos los personajes de la realidad política nacional se los analiza con la misma profundidad o liviandad. Si bien ponen el acento en las características más destacadas, físicas, discursivas, datos políticos o de la actividad del personaje en cuestión.
Ejemplo 1: en Luis (por Luis D’Elía) se resalta el “odio” la “violencia” que tiene que ver con hechos conocidos que lo involucraron, y lo estigmatizaron para siempre (al menos para el monopolio uniformativo);
Ejemplo 2: en Francisco (por De Narvaez) no se lo vincula con hechos conocidos que lo involucraron (supuesto contacto con traficantes, excesivos gastos de campaña, si representa a la nueva política como dice, pero viene de la mano de viejos y conocidos duhaldista y menemistas) solo se satirizó el trazo grueso y liviano;
Ejemplo 3: en Mauricio (por Macri) no se lo vincula con hechos conocidos que lo involucran (recorte de becas, desabastecimiento de hospitales, falta de reparación de escuelas, nombramientos de funcionarios que estafaron al estado o con vínculos con la dictadura genocida) sólo se hizo hincapié en su condición de niño de papá;
Ejemplo 4: en Néstor (por Néstor Kirchner) se habló del doble comando que instaló “el periodismo independiente” del monopolio clarín, se satirizaron las candidaturas del oficialismo;
Ejemplo 5: en Cristina (por la presidenta) se la pintó autoritaria como la describen los mismos “periodistas independientes”, no supieron, no pudieron o no quisieron destacar su elocuencia discursiva, y se quedaron en gestos y actitudes que remarcaban el perfil autoritario;
En política no existen las casualidades ni la ingenuidad, y aunque es muy pronto para una definición categórica, la tendencia es pegarle al oficialismo y ser condescendientes con los opositores.
En una semana cargada por el ataque a la continuidad de la presidenta en su cargo (recordar diálogo Grondona, Biolcati; y la frase de Macri sobre el fin del kirchnerismo y la transición ordenada)
cómo debe leerse que la presidenta Cristina Fernández está “sentenciada” en tono muy afirmativo.
Continuará
Daniel Mojica
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