ARTIFICIOS
Vivimos tiempos complejos en esta querida Patria. Desde que recuperamos la democracia no logramos consolidar el proyecto emancipador que soñaron patriotas como San Martín, Moreno, Monteagudo, Belgrano. Ser independientes. Libres de cualquier dominación extranjera.
Entonces, tal vez fuera más sencillo identificar al enemigo. Aunque también había espías, infiltrados y traidores de toda laya. No siempre enarbolaban la bandera del imperio que representaban.
Hoy, el enemigo tiene armas más difíciles de combatir. Disparan contra la conciencia, los valores, las creencias con herramientas muy sofisticadas. Crean necesidades. Dividen la sociedad por segmentos claramente estudiados. Separan por colores, grados de consumo, marcas preferidas, territorios, hábitos, adicciones.
Construyen un sentido común acorde a las necesidades del sistema creado. Erigen símbolos a adorar e imitar y direccionan el tipo de mercancía a adquirir para “ser como”, o sea “parecer”. La apariencia es más importante que ser. Una subjetividad que no nace del “sujeto”, que pasa a ser objeto de su propia “pertenencia obtenida”.
Los medios de comunicación fungen como diseñadores de un paisaje semántico que gran parte de la sociedad naturaliza. Difunden mensajes que la realidad no avala, pero es aceptada como verdad y es reproducida sin pensar, analizar ni comprobar. Mucho menos cuestionar.
El viejo eslogan “si no salió en la tv no sucedió” se transformó en “si lo dice la tv es verdad”.
Así se construye una sociedad adocenada, uniforme, sin matices. Casi sin vida propia. Una sociedad que vive en la ficción que le relatan sin contrastarla con sus propias vivencias.
De esta misma forma se crean dirigentes amigables con ese sistema para conducir al rebaño adoctrinado, o subyugado hacia donde la clase dominante quiere. Ya sea para consumir determinados productos, o elegir candidatos.
También, por añadidura o como consecuencia, se definen las “nuevas brujas” que mandarán a la hoguera oportunamente. Los que cuestionan. Los que reclaman sus derechos. Los que piensan. Ya sufrimos a los que torturaron y asesinaron a quienes tenían “exceso de pensamiento”. También se robaron a sus hijos.
Asistimos a un gobierno legal en su origen, que se va deslegitimando en el ejercicio del mandato.
Por no cumplir lo que le prometió a la sociedad antes de ser electo. Por no respetar las leyes, ni los tratados internacionales incorporados a la Constitución Nacional, que también es sistemáticamente violada. Con la complicidad de quienes deberían ser los custodios de la constitucionalidad de los actos de gobierno.
Todo esto, sin contar la mendacidad de que hacen gala el presidente y los funcionarios nombrados por él en cada aparición pública. Sin mencionar las puestas en escena que simulan el contacto con el pueblo.
No hay registro de un presidente que deba recurrir a la contratación de extras para simular viajes en colectivo o subte; para actos escolares. Tampoco que el primer mandatario inaugure como propias obras que ya lo fueron por la administración anterior. O que anuncie inversiones que ya fueron anunciadas por el gobierno que lo precedió.
Sin complicidad con los medios de comunicación y con los otros poderes del estado, esto no se puede llevar a cabo.
Esta es la realidad que nos toca transitar a pocos días de un fin de año que no preanuncia augurios de que vaya a ser muy feliz para la gran mayoría de los argentinos.
Daniel Mojica
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