SERGIO MASSA. LA CULTURA DE LA APARIENCIA
Hay paradigmas que
definen una época, o un período de gobierno. Por los valores que ayuda a
instalar en la sociedad o al menos, las convicciones que ha sabido poner en
práctica durante su ejercicio.
Así se puede decir
del gobierno de Raúl Alfonsín (para mencionar sólo los gobiernos democráticos
desde que la sociedad recuperó la democracia) que reinstaló el paradigma de la República, la democracia
formal y el institucionalismo; pero no sobrevivió su gobierno al embate de las
corporaciones.
Del gobierno de
Carlos Menem, se puede decir que el paradigma que predominó y aún perdura en
muchos segmentos de la sociedad es “el fin justifica los medios”. Con ese
“valor” se llevó a cabo la enajenación del patrimonio nacional, se generalizó
la corrupción y se instaló la “cultura del número uno”, según el cual sólo
sirve ganar, a cualquier precio.
Del gobierno de la Alianza, con Fernando De La Rua a la cabeza, sólo se puede
recordar su intrascendencia como político, las coimas en el Senado y el tendal
de muertos que dejó antes de subirse al helicóptero luego de decretar un ilegal
estado de sitio.
Del desfile de
presidentes posteriores, lo más saliente puede haber sido el alivio que Eduardo
Duhalde le proporcionó al grupo “Clarín” al salvarlo de sus acreedores
externos.
Del actual
gobierno, que se inició el 25 de Mayo de 2003, se puede decir que recuperó la
autoestima nacional, el paradigma de la política como herramienta de
transformación de la realidad y el valor de las convicciones para llevar
adelante el proyecto político que hace de los Derechos Humanos una política de
Estado, recuperando precisamente su rol regulador de las relaciones sociales
que había sido arrasado junto a una generación de argentinos por la genocida
dictadura cívica, militar y mediática.
Actualmente, la
sociedad asiste a un desfile de candidatos que en lugar de elaborar propuestas
que superen los derechos ampliados desde 2003 a la fecha, sólo se esfuerzan en exhibirse
como productos en venta en los medios de comunicación que los instalan en ese
preciso lugar. Según le conviene al de los mencionados medios.
Uno entre todos se
destaca por la vacuidad de sus discursos, y su ubicación como “producto de alta
gama”. No por casualidad se lo compara con aquel de “el fin justifica los
medios”, y como para que no queden dudas de la similitud, el mismo artífice que
armó a fines de los 80 la mesa sindical “Menem presidente”, hoy Luis
Barrionuevo está preparando la mesa sindical “Massa 2015”.
El candidato de
las corporaciones no sabe qué más decir para negar su innegable vínculo con el
sindicalista que se hubo definido como “recontra alcahuete de Menem”.
Parafraseando a su ladero sindical dijo de su armador político “que debería
dejar de hablar por dos años” si realmente quiere que gane las elecciones
presidenciales de 2015.
¿Qué tipo de
persona hay que ser, para negar en público lo que fomenta y alienta entre las
sombras?
¿No es lo mismo
que admitir “si decía lo que iba a hacer no me votaba nadie”?
Son muchas las
similitudes entre ambos personajes de la política, que sólo buscan el cobijo de
las corporaciones para favorecer sus políticas en contra del bienestar de las
mayorías.
A ambas personas
se les puede adjudicar que son agraciados referentes de la cultura de las apariencias.
Buscan parecer
simpáticos, afables, sonrientes y de buen humor ante las cámaras que los buscan
con fruición, pero cuando las luces se apagan y los micrófonos se alejan,
aparece el verdadero rostro.
El de la
hipocresía. El ser rastrero que por caminar sobre las alfombras de la embajada,
no duda en traicionar la confianza del gobernante que lo eligió para formar
parte de su gobierno- Traición que hasta descoloca y sorprende a las personas
que pretende halagar.
¿Puede una persona
de semejante calaña defender los intereses de quien engaña a fuerza de
publicidad, marketing y frases huecas? Es decir, los intereses de quienes
puedan llegar a votarlo.
Esta sociedad ya
ha pasado la experiencia de votar a quien prometía “salariazos” y “revoluciones productivas”, que luego
resultaron en precarización laboral, cierre de fuentes de trabajo,
congelamiento de haberes y corrupción generalizada.
¿Habrá generado
los anticuerpos necesarios para resistir estos cantos de sirena? Baste recordar
que Ulises tuvo que atarse al mástil de su nave para no ser devorado por los
monstruos disfrazados de sirenas, como les sucedía, según los mitos y leyendas
griegas, a los marinos que sucumbían ante esas engañosas melodías.
Por la salud de la
democracia sin condicionamientos, es deseable que así sea.
Daniel Mojica
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