¿QUIEN LE PONE EL CASCABEL AL GATO?
Tormenta del desierto. Irán. Paquistán. Afganistán. Irak. Violación del territorio de Ecuador. Franja de Gaza.
Es una no exhaustiva ni cronológica sucesión de hechos impunes cometidos por EE.UU. y/o sus incondicionales aliados, en los últimos veinte años.
¿Qué hicieron los organismos internacionales que deberían regular y equilibrar los conflictos de intereses entre sus diferentes miembros asociados?
Emitieron puntuales declaraciones que fueron olímpicamente ignoradas cuando no desautorizadas con total impunidad por el país agresor.
La pregunta surge espontánea, sin ningún tipo de esfuerzo ¿para qué sirven esos organismos internacionales?
Pues para frenar la justicia y demostrar que los poderosos hacen lo que les viene en gana. O sea ¿a quienes sirven? A EE.UU. y sus aliados para imponer su voluntad a lo largo del planeta.
Un siniestro personaje por estas tierras dijo que el poder otorga impunidad.
Tenía razón.
Cae de maduro que es hora de crear nuevos organismos que realmente cumplan los objetivos de equilibrar y resolver pacíficamente los conflictos entre países.
Que cada nación tenga un voto y donde no importe el peso económico y militar de sus integrantes. Si no, como hasta ahora, la razón la tienen siempre los mismos.
Así como el FMI mostró su verdadero rostro (o por fin lo descubrimos) luego del 2000, a partir de su pérdida de credibilidad por sus diagnósticos y predicciones acerca de nuestro país. Sobreviene luego la implosión del sistema alabado e impuesto, como consecuencia de su propia dinámica, y no por ningún error o falla.
Circunstancia que tiene como comprobación de que así debía suceder, es la obscena cantidad de dólares que les dieron como premio por la tarea realizada a los responsables del fin de una etapa del capitalismo.
Son demasiadas las señales como para ignorarlas, dejarlas pasar o mirar para otro lado. La realidad misma nos impone la tarea de modificar cuanto antes las reglas de juego en el plano internacional, en beneficio de nuestros postergados pueblos de América del Sur y de todos aquellos que fuimos del tercer mundo, hoy llamados países emergentes.
El contexto histórico, político y social es inmejorable.
No dejemos que esta oportunidad se nos escape. Nuestro futuro está en juego.
Daniel Mojica
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