¿Y AHORA QUÉ?
El 18 de febrero una importante movilización
marchó desde el Congreso a la Plaza de Mayo. La excusa fue homenajear al fiscal
Alberto Nisman.
Los convocantes fueron un grupo de fiscales
para exigir justicia. Olvidando quizás que ellos son quienes deben hacer lo
necesario para que “sea justicia”.
Es para destacar la masividad que tuvo la
convocatoria y que le hace bien a la democracia. A la vez que hecha por tierra
una consigna de otras manifestaciones opositoras que clamaban por “el fin de la
dictadura K”.
Con seguridad ninguno de los que hubieron
coreado aquella frase ha sufrido en carne propia las consecuencias de la
dictadura genocida que dejó un saldo de treinta mil desaparecidos y más de
cuatrocientos bebés que fueron despojados de su identidad.
Aunque muchos de los convocantes y dirigentes
que se sumaron oportunamente, nada hicieron para denunciar y/o condenar a esa
verdadera dictadura.
Una pregunta surge ante semejante pedido de
justicia ¿A quién le reclamaban? ¿A la Corte Suprema de Justicia que hace rato
ejerce un estruendoso silencio?
El alcalde de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires ¿Habrá pensado mientras marchaba junto a su esposa convocar a una marcha
similar para que se esclarezca la causa de espionaje telefónico que lo
involucra?
Julio Piumato y otros dirigentes sindicales con
más de 20 años al frente de sus respectivos sindicatos ¿Convocarán a una marcha
para terminar con “la burocracia sindical”?
Es saludable una sociedad movilizada porque
robustece la democracia. Aún más saludable sería que la dirigencia que se sumó
oportunamente a la manifestación, diera los debates que rehúye
sistemáticamente, para enriquecer la democracia y que los ciudadanos, aún los
que manifestaron ayer, sepan qué piensan sobre los hechos trascendentales para
la República, la Democracia, la Soberanía y la Independencia Nacional.
¿Acaso habrán pensado esos dirigentes que
sonreían para las cámaras, que los ciudadanos que ejercieron su derecho a
manifestarse libremente, los estaban plebiscitando como sus líderes?
Mientras tanto pueden esperarse otras grandes
convocatorias, por ejemplo de las corporaciones pidiendo el fin de los
monopolios.
Tal vez una de los bancos y financieras en
contra de la evasión, la fuga de divisas y el fin de los paraísos fiscales.
Seguramente serán tan multitudinarias como la
del 18 de febrero.
Ahora, más allá de los diferentes motivos y
convocantes a movilizaciones, lo importante es encontrar la coherencia entre el
decir y el hacer. No basta nombrar a la democracia para ser democrático.
No basta tener un discurso que la sociedad
quiere oír.
Ese
discurso debe sostenerse en hechos, en acciones, en actitudes acordes a las
palabras pronunciadas.
Tampoco basta con firmar actas ante escribano
público sobre lo que se hará o dejará de hacer políticamente.
La política es poner el cuerpo para sostener lo
dicho.
El 18 de febrero se realizó una marcha
multitudinaria ¿Y ahora qué?
Daniel Mojica
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