COHERENCIA
Asistimos a una nueva
etapa de este cambio de época que estamos protagonizando. El pueblo argentino
se ha dado un gobierno que encarna un proyecto iniciado el 25 de Mayo de 2003.
Se puede decir que la consigna inaugural de este proyecto ha sido y es “no
dejar las convicciones en la puerta de la casa de gobierno”. Otra de las reglas
autoimpuestas fue y es “que las decisiones se toman en la casa Rosada o en la
quinta de Olivos” y una tercera que no agota las premisas que este proyecto
lleva adelante es “no tomar medidas en contra de los intereses del pueblo”.
Con seguridad esta
simple enumeración no agota la cantidad de acciones y medidas tomadas para
llevar adelante un proyecto que restauró la soberanía política, la
independencia económica y va en camino de la justicia social. Lo que no se
puede poner en tela de juicio es que desde que recuperamos la democracia no
hubo un gobierno que defendiera con tanta coherencia y contundencia la
soberanía popular. Esta es una diferencia fundamental con los anteriores
gobiernos democráticos que han dejado la nefasta herencia de la deuda externa.
Por eso el actual
gobierno se ha ganado el odio de los sectores del privilegio que históricamente
han tratado que la Argentina se someta a los imperialismos coloniales de turno.
Estos sectores
corporativos (empresarios, mediáticos, gremiales, judiciales, políticos,
económicos) se han beneficiado siempre que la mayoría del pueblo ha sufrido las
consecuencias de las políticas entreguistas que han aplicado siguiendo las directivas
de los poderes externos.
No ha sido fácil el
tránsito de estos 11 años lidiando con los sectores de poder que se
subordinan a las exigencias foráneas con
una sumisión que avergüenza.
Han sido varias las
batallas libradas contra esos sectores. Pero el resultado ha sido promisorio en
materia de derechos ganados, autoestima y esperanza de un futuro mejor.
Cada una de esas
escaramuzas ha tenido la virtud de sacar a la luz del día a aquellos personajes
de carne y hueso, con nombre y apellido que permanecían escondidos en los
pliegues de la realidad que sus propios medios de comunicación ocultaban a la
sociedad.
La más reciente de
esas batallas es la que acaba de cerrar ayer en los estrados de Nueva York y
una vez más ha quedado claramente expuesta la connivencia y complicidad del
juez Thomas Griesa y de la Corte Suprema de EE. UU. con los fondos piratas que
litigan contra la Nación Argentina intentando violar las leyes y compromisos
nacionales.
Nuevamente los
sectores corporativos autóctonos se han puesto del lado de quienes quieren
someter a la Argentina a un destino de padecimientos y desgracias ya vividas y
que ellos mismos provocaron.
Esta vez se han
encontrado con un gobierno cuyo Poder Ejecutivo y Poder Legislativo han estado
a la altura de las circunstancias en que la historia los ha puesto. No se puede
decir lo mismo del Poder Judicial, que hasta el momento de escribir estas
líneas ha mantenido un estruendoso silencio cuando la soberanía nacional estuvo
en juego.
Estamos
protagonizando un momento histórico que podemos definir como fundante de un
nuevo orden internacional, que quizás tarde un poco más en plasmarse. Pero
estamos en la antesala de ese suceso.
Nos queda como
sociedad estar a la altura de tan inmensa responsabilidad acompañando esta nueva
batalla que es económica, política, social pero fundamentalmente cultural.
Los organismos
regionales y la mayoría de las naciones del mundo han comprendido el momento
que atraviesa la humanidad y especialmente esta parte del planeta.
No será fácil. Como no
lo ha sido nunca en cada encrucijada histórica.
Celebremos que hoy el
Estado y la Nación están en manos de un gobierno que está a la altura de las
exigencias que la historia impone.
No perdamos la
conciencia ganada en estas novedosas circunstancias.
De esto depende
nuestro futuro como Nación independiente.
Daniel Mojica
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