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lunes, noviembre 14, 2011
PATRIMONIO CULTURAL URBANO: NOTA DE UNA COMPAÑERA
Hablar de patrimonio cultural, ya no es un tema reservado para especialistas, es lo que vivimos a diario y vamos construyendo, desde nuestra forma de ser, sentir y comunicarnos, no hay duda que se trata del elemento fundamental de afirmación de identidad.
Cada lugar, cada barrio, va registrando las modificaciones que el hombre realiza en su búsqueda por una mejor calidad de vida, y es donde se verán plasmadas sus propias expresiones, como elementos simbólicos, ese será su patrimonio, más allá de los íconos impuestos desde la historia oficial.
Así como las construcciones, las calles, empedrados, arbolados y paseos públicos, también las tradiciones orales, las costumbres, las formas de relacionarse y hasta las sensaciones, son las cosas que nos caracterizan. Sería imposible no recordar los ricos aromas de la Royal, de Suchard, del Orden, o Nobleza, que invadían todo. Infinitos elementos nos identifican, y hacen de cada barrio, un lugar particular con su propio color.
Pero por otro lado, estamos asistiendo a una práctica de degradación del paisaje a gran escala, donde casi sin darnos cuenta nos modifican el entorno sin previo aviso, puede desaparecer una vivienda antigua para brotar en pocos meses un edificio, que nos va a tapar una parte del cielo y la luz del sol. Esta situación es cada vez más frecuente en la ciudad.
Se lanzan emprendimientos inmobiliarios a un ritmo descontrolado, nuevas construcciones que nada tienen que ver con el barrio, diluyéndose el sentido de pertenencia colectiva. Las relaciones sociales se alteran drásticamente, hasta sentirnos extranjeros en la propia casa. Entre Directorio y E. Perón, hay manzanas donde levantaron ocho torres en dos años, ¿existirá algún estudio de impacto ambiental que haya evaluado esta situación y sus consecuencias?
Esta modernidad mal entendida, descontextualizada del paisaje, homogénea y hasta inmoral, sin referencias de memoria, lejos de integrarnos, nos fragmenta y aísla. No se tienen en cuenta nuestros intereses, igual que en épocas de dictadura, cuando se nos impuso una autopista que partió la ciudad al medio, llevándose por delante miles de historias, además de una parte de nuestro querido parque, apenas nos dejaron los recuerdos y las emociones vividas. Hoy, como en aquel tiempo, operan del mismo modo, pensando la ciudad a partir del propio beneficio económico, considerándonos objetos pasivos; nunca pensaron estos “emprendedores” que por encima de todo hay personas y sentimientos.
Pero hoy, a diferencia de otras épocas tenemos libertad para pronunciarnos y negarnos a este avasallamiento que no trae progreso, sino picota y cemento, beneficiando quien sabe a quién.
Es tiempo de reclamar por el derecho al paisaje, a la calidad de vida, que no nos quiten nuestra propia historia, una vez más.
Como vecinos, podemos solicitar la protección de inmuebles anteriores a 1941, según la ley 3548 deben ser contemplados para su catalogación. El Cód. de Planeamiento Urbano, establece el ordenamiento y zonificación de la ciudad, y en su cap. Patrimonio, dispone la exención impositiva para casas catalogadas, y ayuda económica mediante subsidios y créditos para su restauración, FEREC -Fondo estímulo recuperación de edificios catalogados- que aún carece de reglamentación para ser aplicado. Esto da lugar a que muchas casas sean abandonadas por falta de recursos, y sus propietarios empujados a deshacerse de ellas por necesidad. Ahí las empresas constructoras adquieren estos inmuebles, y aparecen edificios nuevos, que ofrecen como nuevas “inversiones”.
A comienzos de este año se hizo una presentación ante la Dirección General de Patrimonio, del Gob. de la Ciudad, solicitando se incorporen al Reg. de bienes protegidos, muchos edificios emblemáticos del barrio, por ej. los mercados de Centenera y Asamblea y de Curapaligüe y Eva Perón, varios garajes con fachadas de estilo, las ex fábricas Royal, hoy Coto, la ex Volcán en estado de abandono, la ex fábrica de galletitas El Orden, los barrios Simón Bolívar y Balbastro, chimeneas históricas, y varias casas antiguas. Quedan muchos inmuebles más para considerar, y otros bienes, aunque posteriores a 1941, son estimables de protección.
Son parte de nuestro patrimonio los murales, salas de teatro, cines, bares, bibliotecas, pero también las acciones hacen a la cultura popular: los oficios, murgas y comparsas, calesitas, ferias, juegos, las fiestas locales y las que remiten a una cultura migratoria; todo lo que contenga una carga emotiva para los vecinos es digno para preservar.
Asimismo se deben evaluar las condiciones en que están los bienes protegidos e impulsar la ampliación de los registros, sobre todo en Parque Chacabuco. El barrio Cafferata tiene ley de Área de Protección Histórica, pero existen más zonas a preservar, donde aún se puede ver algo de cielo, y los árboles se mantienen en pie.
Tenemos varias herramientas de participación; desde ongs y asociaciones que defienden el patrimonio, como en los Consejos Comunales. En ese ámbito los mismos vecinos podrán elaborar proyectos, viabilizar propuestas y demandas en forma directa, así como participar en la elaboración del presupuesto anual de la Comuna.
No debemos ser indiferentes ante hechos que buscan sólo un beneficio económico, en contra de nuestra identidad, estemos atentos y seamos protagonistas, somos nosotros quienes debemos darle el sentido que queremos a nuestro lugar.
Vale la pena destacar la mirada del historiador Ramón Gutiérrez sobre el patrimonio, al que define como “el mensaje espiritual del pasado que se articula con el presente, una manera de conectarse, y que se construye a partir de la apropiación colectiva. En síntesis, el patrimonio es un medio, la calidad de vida es el fin.”
Susana González
Artículo publicado en el diario El Local,
de Parque Chacabuco, oct. 2011
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