martes, septiembre 07, 2010

CONTINUIDADES Y RUPTURAS

CONTINUIDADES. JUVENTUD EN LA MIRA Hay signos que marcan determinadas épocas. Por ejemplo, la década del 70 estuvo signada de manera contundente por la participación en política de una gran mayoría de jóvenes. Con su impronta de rebeldía y cambio social. Con su afán de sacudir la realidad. Con su sed de conocer y compartir. De hacer suya la historia que estaban escribiendo. Es necesaria esa energía para impulsar y sostener una militancia apasionada. Porque en la militancia, como en el amor, si no hay pasión. No es militancia. Se hace imprescindible para sacudir la modorra de una sociedad apegada a los moldes que el sistema impone para inmovilizar a los individuos. ¿Cómo se logra inmovilizar a una sociedad? Con la inoculación del miedo a través de los medios. Con la instalación del terror que la genocida dictadura cívica militar abatió sobre la nación. Persiguiendo en una suerte de cacería desenfrenada, por sobre todo, a esa juventud que respondía a su mandato natural. Rebelarse frente al estado de cosas existente. Hubo perseguidos, secuestrados, torturados y masacrados de todas las edades. Pero quiero detenerme en la juventud. ¿Por qué? Porque desde que recuperamos la democracia, la juventud volvió a estar en la mira. Desde todos los medios de difusión invitando a los jóvenes a ser inofensivos consumistas. Instándolos a alejarse de la política con diferentes argumentos. Todos y cada uno de esos argumentos apoyados en el terror que habíamos padecido. Así transitamos la década del 80 con una participación dentro de las reglas que condicionaron a los gobiernos democráticos desde 1983 hasta principios del siglo XXI. Condicionamientos manejados desde las corporaciones mediáticas que se construyeron, en función y complicidad con ese terror, precisamente. La década del 90 estuvo signada por el arrasamiento de los valores que apuntalan el compromiso con la realidad y la necesidad de cambiarla. A la par que se cerraban empresas y se destruía el empleo, se dinamitaba también la cultura del trabajo, del esfuerzo, de la participación colectiva. Se bastardeó la cultura hasta volverla soez, chabacana y escatológica. Basta recordar los programas de la época, con su desfile de culos y la desvalorización de la mujer. Que aún pervive en los programas de Marcelo Tinelli. Todo un ícono de la cultura de los 90, que sobrevive aún. Ya más cercano en el tiempo, los noteros de los informativos de la hegemonía televisiva, nos quisieron convencer que “toda la juventud” se emborracha en los boliches bailables, antes de entrar y luego de salir. Los que no lo hacen son “emos” o alguna otra caracterización de lo que dieron en llamar “tribus urbanas”. Son borrachos y/o drogadictos perdidos, o perdidos en los laberintos inextricables de sus computadoras. Para esa realidad que resaltan esos medios socios y cómplices del genocidio, es que debieron arrasar con aquella generación. Debieron construir el monopolio mediático para domesticar a la sociedad. Debieron dejar la estructura judicial que armó la civilidad genocida. Debieron también encajar en ese molde tan bien armadito, a los gobiernos democráticos, que aceptaron “gobernar” con esas limitaciones de origen. ¿Qué pasó entonces que cada vez más jóvenes se vuelcan a las calles de la política? Pasó que desde mayo de 2003 asumió un gobierno que no aceptó el corset que venía con el bastón de mando y la banda presidencial. Ese ex presidente, en su discurso de asunción dijo “no voy a dejar mis convicciones en la puerta de la Casa Rosada”. Esa frase encendió una pequeña luz de esperanza. Sucede, que además esa no fue una frase de compromiso dicha porque sí. Todo lo contrario. Sirvió como una contraseña. Como una bengala encendida en la noche oscura. Y todos tomamos nota. La juventud obró en consecuencia. Poco a poco fue llenando las plazas, las calles, los actos. La juventud volvió a tomar la política en sus manos. Es lo mejor que nos puede pasar como sociedad. Un país que no tiene una juventud dispuesta a cambiarla, no tiene futuro. Por eso los medios la ponen en la mira, hoy que salen a defender sus colegios. Como ayer reclamaban el boleto estudiantil. Por eso los imbéciles de traje y micrófono les dicen “al colegio se va a estudiar” y los pibes le responden “claro que venimos a estudiar, pero en condiciones dignas”. Allí están dando sus batallas por sus lugares, por sus espacios, por lo que les corresponde. A pesar de los “gerenciadores” y sus listas negras. ¿Por qué ahora? Pregunta siniestra si las hay. Porque hay un gobierno que interpela y es interpelado por la sociedad. Porque el gobierno escucha los reclamos y los transforma en medidas concretas. Porque el gobierno es el primero que no acepta los condicionamientos del “sistema de poder” y tiene con qué responder. Con resultados a la vista en beneficio de las mayorías y con el coraje y la decisión que hay que tener en esta hora. ¿Por qué ahora? Porque es ahora o nunca. Daniel Mojica

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