lunes, enero 04, 2010

REFLEXIONES PERONISTAS

Ellos o nosotros Por Ariel Magirena Los viejos socios siempre vuelven a buscarse. Como cuando el capital concentrado necesitó quitarse de encima el gobierno popular y el estado de ebullición de las masas yendo a buscar a su brazo armado para que hiciera el golpe y toda la tarea sucia que hiciera falta. Como cuando la dictadura necesitó del acompañamiento de los medios y pagó la complicidad con el monopolio de Papel Prensa. Como cuando se consolidó el régimen colocando en toda la estructura judicial a quienes pusieran su compromiso de casta por encima de las instituciones, haciéndolos jurar sobre las actas del Proceso que sustituyó de facto la Constitución, a cambio de impunidad. Como cuando se dio intervención extranjera de la economía nativa a través de sus personeros del Club de Chicago. Como cuando se nacionalizó la deuda externa privada. O más cerca: como cuando se licuó la deuda de los principales grupos económicos con Clarín a la cabeza con un proceso de pesificación asimétrica (a su medida) a cambio de gobernabilidad y (otra vez) el apoyo de los medios. Como cuando se crearon las condiciones económicas de privilegio para el agro exportador a cambio de liquidez. Los viejos socios se conocen y se devuelven los favores. Y ante el avance inexorable de una intención resarcitoria de tantas deudas al pueblo, los socios se llaman y se piden. Y siempre se trata de violarse a la democracia. En algunos momentos hasta de desaparecerla, torturarla y matarla. Ellos saben trabajar unidos por la coyuntura. Y esta vez, de nuevo, la democracia se les pone rebelde. Magullado pero valiente el proyecto popular insiste y asusta. El sueño noventista del neoliberalismo sostenido por el voto se les murió en los brazos y recurren a sus reservas para evitar el desastre. Los usurpadores de la justicia atentan contra la institución de la Justicia y vuelven a desconocer al voto, al parlamento y a la ley. Los intereses por sobre las instituciones, mientras mienten un reclamo republicano. La última dictadura cívico-militar sometió a la Justicia exonerando a los jueces incomodos. Los gestionadores de la nueva democracia desde 1983 no se atrevieron: ratificaron el 90% de los jueces cómplices del genocidio y habilitaron la continuidad de un paradigma de justicia que tiene la balanza inclinada hacia la derecha. Después habría más, con cortes adictas y pactos de Olivos. La renovación de la Corte Suprema no alcanzó para derramar sobre la estructura judicial un paradigma de justicia independiente y popular, y los socios de siempre se volvieron a juntar. Todo se volvió judicializable. La misma justicia que entorpece los juicios por los delitos de lesa humanidad que nos convierten en caso emblemático en el mundo y en la historia. La misma que encontró inocentes a Menem y De la Rua de tanto de lo que les responsabilizamos con conocimiento propio. La misma que encarcela la protesta social. La misma justicia que opera y atenta contra la justicia que la democracia quiere hacer y necesita. 16 páginas del diario de la fecha de mayor tirada amenazan con esa justicia corrompida, desplazando a los temas que tanto le preocupaban hace horas. Las mismas páginas exponen indisimuladamente su relación con su viejo socio, presidente de la transición, al que recurren como carta desesperada. Se los ve impúdicos y groseros. Se los huele. Se los siente. Se los nota. Los viejos socios se encuentran de nuevo y saben que los estamos observando. Que los conocemos. Y que la disputa volvió a ser la de siempre: ellos o nosotros.

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