CARTA A UN JOVEN PERIODISTA
Te escribo sin saber quien sos. Motivado tal vez por circunstancias personales.
Entiendo al periodismo más como un oficio que como una profesión, por haberlo escuchado de grandes profesionales que lo reinvindicaron de esa forma.
Pero cualquiera sea tu forma de catalogarlo, serás un individuo que encara un trabajo en el que tu vida está comprometida. Porque eso que elegiste ser, te marca de manera indeleble. Signando cada acto, cada hecho, cada decisión.
Cada acción u omisión te señala, porque involucra a otros seres humanos. Entonces, los valores que te sustenten serán tu mejor patrimonio. Tal vez el único.
Si es que no perseguís el vellocino de oro, como tantos otros banales individuos, que sólo aspiran a ascender en la infausta pirámide social, que el sistema de poder instauró para discriminar a los “ganadores” (los que llegan a la “prestigiosa” cima) de los otros; que yo no llamo perdedores. Aunque la cultura menemista, que transformó aquellos valores en mercancía, los define así.
No los llamo de esa manera, porque vivimos en una sociedad en la que no hay igualdad de oportunidades, y el talento no es lo que determina el lugar de cada uno. Las reglas de juego, por definición, no son las mismas para todos. Esta es una de las tantas perversidades de este sistema, que genera el espejismo de que todos pueden ser “exitosos” (otro subproducto de esa cultura faranddulesca y canalla que debemos cambiar)
Espejismo generado por diferentes medios audiovisuales desde sus programas, publicidades y por boca e imagen de las “celebridades” que desfilan delante de las cámaras y micrófonos, vendiendo un mundo de fantasía, que no resiste la menor comparación con la realidad.
Precisamente con la realidad es con la que vas a tener que lidiar, y con los individuos, instituciones y organizaciones que forman parte de ella.
En esas idas y vueltas librarás tus pequeñas y grandes batallas. Y aquí es, causalmente, donde te harán falta esos valores, convicciones e ideales, para expresar con libertad tu punto de vista, tu opinión.
No creas que podés ser objetivo, ni le creas al que te quiera convencer de eso. Por definición un sujeto es subjetivo. Teñido por la pasión y sentimientos que sea capaz de poner en juego en su vida, su profesión, sus relaciones.
No dejes que cercenen partes de vos para encajar en un molde, que tarde o temprano, serán la mortaja de tu alma.
Los objetos son objetivos, las cosas que son sólo eso que se ve.
Los hechos, las acciones y omisiones humanas son pasibles de diversas miradas. Diferente desde cada lugar desde el que se elija mirar.
No olvides nunca que sos libre de elegir ese lugar. Y que la verdad es relativa. Sólo la mentira es absoluta.
Tal vez, te lleven a embarcarte en intrincadas operaciones que sólo serán redituables políticamente para los que las pergeñaron. Y a vos te quedará el estigma de haber sido el que llevó a cabo el trabajo sucio.
Aunque hoy, hay una marcada farandulización en la mayoría de las actividades en las que se pone una cámara y un micrófono con el sólo fin de tener altas mediciones de audiencia, y el vacío existencial de los que aparecen produce vergüenza ajena, a quienes tienen la inteligencia de ver más allá de lo que se muestra.
Si tus convicciones te llevan a ser parte de ese circo, lo lamento profundamente. Pero si tenés la lucidez de verlo y dar un paso al costado aferrado a tu más profundo sentido ético, esta carta habrá tenido sentido.
Un abrazo.
PARA QUE TODOS TENGAMOS VOZ.
PARA QUE HAYA DIFERENTE MIRADAS.
NO A LA UNIFORMIDAD. NO AL MONOPOLIO INFORMATIVO.
POR LA NUEVA LEY DE COMUNICACIONES AUDIOVISUALES
Daniel Mojica
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